LUIS ERNESTO GÓMEZ

(Maracay, Venezuela, 1977)

BELÉN OJEDA: VISIÓN POÉTICA DE REVERÓN

----------------------------------Luis Ernesto Gómez


“Sólo se comunica a los demás una orientación hacia el secreto,
sin poder nunca expresar objetivamente el secreto”
Gaston Bachelard



En 2000, Belén Ojeda (1941), da a luz un poemario -hasta el momento inédito- que reúne una serie de poemas con el título de Visiones (Ojeda, 2000), donde explota el mundo del desdoblamiento, la palabra que excluye al “yo” para asumir la otredad materializada en otro cuerpo. Belén Ojeda ha optado en estos textos esa visión -y por ello precisamente el título- tan claramente imposible por la física y la lógica, e infinitamente realizable a través de la poesía, que es asumir el “ser” del ”otro”. Visiones se sumerge en el mundo de la imagen visual, al hacer homenaje a dos grandes fotógrafos como lo fueron Elsa Gramcko y Carlos Puche, así como una de las personalidades más notables de nuestra pintura, como lo fue Armando Reverón. En Diciembre del 1999, el Castillete, la morada del pintor fue desplazada por la lluvia, parte de lo que sería la llamada tragedia de Vargas. La pérdida de aquel lugar simbólico pudo haber producido una nostalgia en la poeta -y en todos los venezolanos-, y quizá invocó naturalmente esa visiones de Belén Ojeda sobre Reverón.

Armando Reverón nace en Caracas en 1889 y participa por momentos en el movimiento de la Academia de Bellas Artes. Más tarde estudia en España y visita Francia. Regresa en 1915 y se radica en La Guaira, donde conoce al pintor ruso Nikolai Ferdinandov. Se dice que por su influencia, Reverón asume la pintura como la totalidad de su mundo. Posteriormente se radica en Macuto donde vivirá con Juanita (su mujer), sus mascotas, sus muñecas y sus paisajes. El Castillete será su lugar artístico, sitio construido por él mismo. Victorino de los Ríos fotografiará su mundo en varias oportunidades. Después de una etapa inicial, los críticos han convenido en clasificar la obra de Reverón en sucesivas etapas donde predominan los colores, tales como la etapa azul, la etapa del blanco y la del sepia. Es conveniente hacer notar que Reverón trabaja también en diversas oportunidades con elementos como el coleto en vez del lienzo, renuncia a la “preparación” del sustrato, buscando aprovechar la porosidad de la tela; paralelamente llega a utilizar materiales orgánicos, tales como el azulillo y la “caca”. De allí que encontremos en la voz de la poeta Ojeda, lo siguiente:

Me seduce el movimiento, el lienzo con sus porosidades y asperezas, el color de la tela dialogando con la pintura” (Ibid: p. 43)


En su castillete, coloca las muñecas, esas “damas notables” que aparecerán en sus cuadros, y diversos objetos, como instrumentos musicales, esqueletos de alambres, pajareras con aves de diversos materiales, etc. La búsqueda de la luz en el paisaje será un tema a trabajar en su obra, lo que se refleja en la poesía de Ojeda, donde dice: “cuerpo femenino... una luminosidad misteriosa” (Ibid: p. 44), la “amorosa luminosidad de las palmeras” (Ibid: p. 45).

El inicio del texto hace referencia a los colores que conformarían sus indagaciones: el azúl, el blanco y el sepia. Belén en su poema nos dice -en boca de Reverón-: “mi mundo no es el del azúl, aunque predomina en mis composiciones”, “algunas veces pienso si el blanco es un valor, quisiera llegar a él, pintar Macuto y sus alrededores, con los tonos de esta luminosidad”, “tal vez Nicolás tenga razón al decir que mi camino es el sepia” (Ibid: p. 37). Estas indagaciones serán parte de un camino, del “inicio de la búsqueda de lo absoluto” (Idem). Esta última frase, es el hecho de la búsqueda artística, esa “orientación hacia el secreto, sin nunca poderlo expresar objetivamente” dicho por Bachelard, y de la idea de “inicio”, que es el germen originario de esa búsqueda.

Esta visión poética de Reverón realizada en el poemario de Belén Ojeda (Ojeda, 2000) nos muestra una transmutación del yo en el artista. Ella desdobla su yo y se otorga la cualidad de mirarse al espejo y ser Reverón, con sus indagaciones sobre la luz, el color, el paisaje: una especie de ars poética de Reverón nos revela esta poesía. El trazo mínimo, la muestra de lo imprescindible es una gran coincidencia entre estos dos artistas, y que se aprecia en estas líneas poéticas. La poesía de Belén Ojeda es directa, buscar evitar las palabras que sobran, construye el poema con las palabras necesarias. No pretende agobiar con una lluvia de palabras leves, sino que al contrario pretende esbozar una imagen directa en cada fragmento, cada uno de ellos tendrá una longitud generalmente corta, y así cada detalle adquiere un necesario peso, una importante vida: cada palabra parece querer decir algo más.

Ese trazo mínimo de su voz poética viene del desarrollo de la estética del graffiti, que bien explota Ojeda en otro poemario, Graffiti y otros textos. El graffiti es la voz clandestina, la voz del pueblo inédita, pero que busca expresar algo urgente –y el muro es su lugar ideal-. El graffiti es la frase apremiante que no puede esperar llegar a la página y se establece en la pared pública, se hace directo, sintético y conciso, petroglifos urbanos, no tienen retórica, muchas veces es un destello de genialidad, como aquel que -Belén dixit- aparece en alguna calle de Bogotá: "la inteligencia me persigue pero yo soy más rápido". Este poemario continúa la estética del graffiti, urgente e indudable, que ahora habla como alma reveroniana recorriendo los muros de Caracas.

El poema enfoca el hablar de Reverón, sus indagaciones artísticas, su búsqueda imprescindible y cotidiana: en ese hablar libre y creador habita el discurso y el ritmo de la prosa según sean el carácter expresivo de cada fragmento poético. El poema “Reverón” (Ojeda, 2000) presenta así una arquitectura donde el todo y sus partes son poemas. Un sentido unitario une estos fragmentos, cada uno de ellos es un ente poético en sí mismo.

La luz hace posible el color, el blanco es el color total, así Reverón agradece al blanco, y su uso es plasmado en distintos cuadros que conforman una época. El blanco sugiere el paisaje y el trazo mínimo es explotado al extremo, “no es necesario nada más” (Ibid: p.38). La luz de este trópico, tan enceguecedora, hace que Reverón llegue a la conclusión de que ésta en vez de resaltar los colores, casi los anule. Muchos de sus cuadros de esta época se enmarcan en la ceguera, no oscura, sino todo lo contrario, cree “estar ciego, ciego, ciego de blanco” (Ibid: p. 46). Ceguera que paradójicamente lo hace ver, “el blanco en la orilla del mundo, en el instante de la duda, en el paisaje que se desliza, en el silencio que nos empuja” (Ibid: p. 47).

Algo de ese famoso cuadro de Monet, “Impresión. Sol naciente” puede verse en Reverón, del impresionismo, de la actitud de Cezanne y su obsesión por la montaña de Saint-Victorie: asimismo Reverón sube “a la montaña para contemplar el mar de Macuto” y mira, “hasta quedar ciego de luz” (Ibid: p. 49). La ceguera del blanco es apreciar la totalidad, la luz hace posible al blanco, y queda en nosotros la duda poética, si esa ceguera es en realidad una visión de algo más allá.

“Cada trazo es un pequeño rayo de luz interior que me golpea” (Ibid: p. 50), viene a ser una de las mejores metáforas del creador en su acto, rayo que golpea lo más profundo del ser, porque de él viene, y cada trazo, como cada palabra de un poema, es un incendio que en su vida mantiene su misma esencia, orienta el camino de lo interior que fluye y es conducido hacia lo material en una obra.

Por otro lado, los autorretratos son una forma plástica donde se puede apreciar con evidencia la metáfora de encontrarse a sí mismo, y aunque sean intentos, ellos trazan el camino al encuentro. Todo artista busca este camino con su arte. Ese proceso introspectivo que se materializa en la obra, resulta ser también un encuentro de sí mismo, y como en Reverón “sus paisajes son pretextos” (Ibid: p.51), en ellos encontramos la misma metáfora, pretextos para encontrarse a sí mismo.

La voz de Reverón que nos dice que “no podría mentirme a mí mismo” (Ibid: p.56), nos recuerda esa norma de todo gran artista, así como lo afirma Cadenas al decir, “tiemblo cuando creo que me falsifico”(Cadenas, 1999: p.81) en su ars poética. No se ve en Reverón, reflejo de esta poesía, nada de ese dilema fotografía-pintura que alguna vez preocupó a los pintores, es decir, la fotografía como el gran rival que desplazaría la pintura: todo lo contrario, así como él no puede fingir ante sus cuadros (y no podría mentirme a sí mismo), tampoco puede “fingir ante la cámara” (Ojeda, 2000: p.56), lo que presagia ese verso (o frase), dentro de este hermoso poema de Belén Ojeda, que lo contiene todo: “soy el fotógrafo de mi interioridad” (Ibid: p.57). Alude al lugar donde la cámara no puede llegar sino sólo a través del arte, así como el pincel no puede llegar a ese recóndito lugar si no se encuentra imbuido en el verdadero arte. No hay dilema, no existe el problema, sólo acción pictórica.

Recordemos nuevamente que esta poesía, es un ejemplo de actuación poética, el poeta es un actor, él encarna a otro personaje. Se plasma en esta visión, una evidente tendencia a ser teatro poético, refinada en su ser. “Soy el fotógrafo de mi interioridad” (Ibid: p.57) es una frase que dice Belén en boca de Reverón, y sabemos que Reverón se encuentra en el más recóndito interior de nuestra poetisa.

Reverón es quizá nuestro Quijote, personaje universal y colorido. Como a éste último: sólo podemos denominarlo “loco” al vernos incapaces de considerarlo “cuerdo”. Si “cuerdo” significa “personaje de aburrida normalidad”, entonces llamar a Reverón de esta manera, contradice su figura. Ciertamente, Reverón no fue un personaje cuerdo (qué honor es no serlo), y es precisamente por esta condición que sus gestos y su obra adquieren esa riqueza que resalta, la riqueza de otro mundo. Fue el ejemplo de personaje creador en todos los sentidos, sus caballetes, muchos de sus materiales, sus muñecas que trabajan como modelos, su Castillete: conviene en construir su propio mundo, con sus mascotas, Juanita y su paisaje. Ser que desarrolla una gran inventiva para no parar en su búsqueda: esa inventiva que quizá otros países por pecar de “desarrollados” no llegan a tener.

Reverón se convierte con el paso del tiempo en parte de ese Olimpo de nuestro arte: ya es una figura mitológica de nuestra contemporaneidad, artista de nuestra tierra con todas las características de lo universal. Vicente Gerbasi, Rafael Arráiz-Lucca, Caupolicán Ovalles, Carlos Contramaestre, José Ignacio Cabrujas, Juan Calzadilla y Adriano González León son otros autores de algunas de las obras que pretenden, en diversos campos como poesía, narrativa y teatro, resaltar la figura de Reverón. En 1951, Margot Benacerraf filma el cortometraje “Reverón”, y en él se destaca su mundo artístico, su intensa luz y especial gestualidad. La literatura ensayística sobre Reverón, su anecdotario y análisis pictóricos podemos decir que abundan.
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La poesía sin poemas de un atardecer puede ser para nosotros ciertamente una experiencia de eternidad, el cual viene del contacto en directo con la naturaleza. Somos lo que nos refleja el espejo, y no sabemos en realidad quién es el reflejado y quién el reflejante: los dos pueden tener el mismo potencial estético, la misma posibilidad de belleza. Los poemas conllevan la poesía, y forman parte de la naturaleza, vienen de un lugar intangible, y siendo aún intangibles se integran a nuestra realidad: se materializan en palabras, y se imprimen en el papel – o terminan en la pared pública. A través de la poesía, Belén Ojeda con una misteriosa mediumnidad logra trasmutarse en ese preciosa puesta de sol en Macuto que fue Armando Reverón.

Luis Ernesto Gómez
Caracas, 2003



REFERENCIAS
Benacerraf, Margot (1951-1952). “Armando Reverón” [VHS] Caracas: Cinemateca Nacional. [Cortometraje de 30 minutos de duración].
Cadenas, Rafael (1999). “Ars Poética”. En: “Antología”. Madrid: Colección Visor de Poesía.
Ojeda, Belén (2000). “Visiones”. [Poemario no publicado]


Belén Ojeda (Caracas, Venezuela, 1961)
Músico, traductora y poeta. Egresada del Conservatorio Tchaikovsky de Moscú con el título de Master en Dirección Coral grado Summa cum laude. Actualmente es profesora del Instituto Universitario de Estudios Musicales de Caracas (IUDEM) y directora del coro de esa institución. Además forma parte de la Camerata Barroca de Caracas (como cantante). En su formación como poeta participó en el año 1988 en el taller de poesía del Celarg dirigido por Ida Gramko. Ha publicado los poemarios Días de solsticio (Pen Club, 1995), Territorios -Mención honorifica en la Bienal "Miguel Ramón Utrera" Mención Poesía, 1996- (La Liebre Libre , 2000), y Graffiti y otros textos (Monte Ávila, 2002) -Premio de la Bienal de Literatura Francisco Lazo Martí 1999, mención Poesía-. Ha traducido a los poetas rusos Anna Ajmátova, Marina Tsvietáieva, Ossip Mandelshtam y Boris Pasternak, recogidas en varios libros: Soy vuestra voz y Somos cuatro, ambos editados por La Liebre Libre en el año 1994 y 1999 respectivamente. Asi como también en: Anna Ajmátova, Soy vuestra voz. Antología Selección y traducción de Belén Ojeda, Editorial Hiperión, Madrid, 2005 y
Brasas de abedul. Selección y traducción: Belén Ojeda. Editorial El Perro y la Rana, 2005.


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